Colombia observó, entre sorprendida, admirada y estupefacta, el encuentro de los presidentes Santos y Chávez en la ciudad de Santa Marta.
La sorpresa la ocasionó la vestimenta del “ilustre” visitante, porque la chaqueta deportiva que lucía, con los colores de la bandera venezolana, lo identificaba más como un deportista que acababa de competir en los juegos Centroamericanos y de Caribe en Mayagüez, que como un Presidente de la República.
La admiración la originó la sagacidad del mandatario venezolano, al ponderar la hermosura de Santa Marta, parafraseando a Bolívar al describirla, tratando de ganarse el afecto de los moradores locales y el beneplácito de los demás colombianos.
Como si esto fuera poco, buscando magnificar su “perenne amor” por la capital del Magdalena y por la tierra colombiana, invocó a Florentino Ariza, el eterno enamorado de Fermina Daza en la obra de Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera.
La admiración fue creciendo, transformándose luego en estupefacción, cuando Chávez abordó el caso que originó la denuncia que Colombia hizo ante la ONU, donde se demostró que el gobierno de Chávez alberga guerrilleros en su territorio.
Como lo venía pregonando días atrás, le dio vuelta a la página y bajó a la categoría de chisme la denuncia de la referencia. Es decir, “amarró los perros” al condicionar la reanudación de relaciones a no volver a dar importancia a nuevas denuncia, coordenadas o fotografías que aludan a la presencia de grupo subversivos en su país.
Nunca invitó a su homólogo a comprobar, visitando el área implicada, que lo denunciado era falso; simplemente le solicitó no volver a prestar atención cuando la vuelvan a hablar del caso. Tampoco lo ofreció gestionar el pago de más de 800 millones de dólares que le adeudan los empresarios venezolanos a los colombianos; pues la quiebra de los comerciantes nacionales se debe más a lo que les deben, que al mercado con los patriotas.
Finalmente, el resultado de la visita plantea varios interrogantes que pueden dejar mal parado el reciente posesionado presidente Santos.
· ¿Fue ingenuo el presidente colombiano?
· ¿Quiere deponer odios y rencores con los vecinos, aún a costa de la paz interior?
· ¿No le importe que Chávez albergue a la guerrilla?
· ¿Tenía Razón el ex-presidente Uribe?
· ¿Traicionó el presidente Santos a su antecesor?
Y el más incierto de todos
· ¿Hasta cuando le durará la reconciliación a Chávez?
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