La tranquilidad
del deber cumplido y la alegría de llegar el éxito son dos cosas que, aunque se
relacionan entre sí, no producen la misma satisfacción. La primera, da paz y seguridad,
y estimula el espíritu; la segunda, engrandece nuestro ser y nos pone por
encima de todas las cosas, aún de la adversidad. La selección colombiana de
fútbol, sin llegar a ser campeona del mundo, cumplió y logró el éxito.
Los muchachos de
la selección, tuvieron que pasar procesos que, finalmente dieron el resultado
que hoy se vive. Pékerman, fue el recolector de la cosecha que, hace casi
cuarenta años, sembró Blagoje Vidinic y, hoy dio sus frutos.
Sí, porque fue
el macedonio quien marcó el camino de lo que hoy se celebra. Trazó, al lado de
León Londoño, otro de los visionarios que merece todo el reconocimiento, las
pautas para el desarrollo del fútbol colombiano.
A Vidinic, con
sus enseñanzas, le siguieron Jaime Silva, Luis Alfonso Marroquín y Francisco Maturana,
quien fue el primero en poner en práctica, en un mundial, los rudimentos del yugoeslavo.
Hernán Darío
Gómez, Jorge Luis Pinto, Reinaldo Rueda, Eduardo Lara y Leonel Alvarez,
aportaron cada uno, en su medida, lo necesario para seguir el camino hacia el
éxito. Todos ellos, con sus aciertos y falencias, merecen el crédito
respectivo, por lo que hoy se ha logrado. Algunos dirán que, ellos fracasaron,
pero eso también es válido. Scott Adams, creador de Dilbert sentencia: “Fracasar es la materia prima del éxito”.
Lo que acaba de pasar confirma la frase.
José Néstor
Pékerman merece todo el crédito del mundo por el logro alcanzado. Su presencia,
al frente del seleccionado, dio seguridad y confianza, llenando, de paso, de
esperanza a todo un país que añoraba volver a un mundial.
El regreso
superó las expectativas. Colombia, la selección, devolvió la ilusión y el patriotismo
a un pueblo que parecía sumido en la abulia y la indiferencia, producto de
todos los sufrimientos y vejámenes sufridos en el pasado cercano. Colombia, la
nación, volvió a creer en el hombre humano, como generador de sentimientos de todo
tipo, especialmente, los afectivos.
El ejemplo dado
por la selección, debe seguirse; el estímulo impulsado por el equipo de Pékerman
debe mantenerse. Así como a una sola voz se vitoreó el triunfo y en un solo
llanto se sufrió la derrota, así deben afrontarse todos los sucesos de la vida
nacional colombiana, con valentía y con orgullo.
¡Viva Colombia!,
piense usted, cuál de las dos.
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