El actuar con sigilo, es
propio de quienes no necesitan resultados inmediatos, sino “abonar el
terreno”, para obtener resultados posteriores. Los personajes de marras, saben
aplicar el principio bíblico que expresa: “ser manso como una paloma, pero astuto
como una serpiente”.
El comportamiento de la
referencia fue adoptado por el presidente de La Dimayor, Jorge Perdomo, quien
primero liberó a las empresas de radiodifusión, del pago de los derechos de
transmisión de los juegos programados por la entidad, para luego tratar de
acallarlas, negándoles el derecho a informar, tal como lo pretendía su
antecesor, hoy presidente de la Federación de Fútbol.
Ramón Jesurum, sucedido
por Perdomo, fue el primero en declararse enemigo de los periodistas deportivos
radiales, al manifestar que el deporte más popular del mundo, no requería de
las transmisiones de radiodifusión, para lograr su popularidad. Ignora el
susodicho que fue, gracias a la radio, que el fútbol se conoció y se hizo
popular en Colombia y en el resto del orbe.
La llegada de Perdomo, se
inició con un supuesto alivio, al exonerar del pago por derechos de
transmisión, a la radiodifusión. En su momento se dijo que eso, era peligroso,
porque más adelante vendrían limitaciones por parte del ente rector del fútbol
profesional. Sin embargo, nadie le dio importancia al hecho.
Las cosas comenzaron mal,
cuando desde antes de este liberador anuncio, se prohibió a la radiodifusión
hacer entrevistas en los camerinos e ingresar a la gramilla al final de los
encuentros. Se veía, desde entonces, una odiosa discriminación que coartaba la
libertad de información; sin embargo, nadie reclamó y todo siguió como si nada
hubiese pasado.
El proceso de futura
mordaza se asomaba tímido, disfrazado de zona mixta, mal llamado: “protocolo
Fifa”, dizque con el propósito de etablecer un orden en las transmisiones; sin
embargo, la televisión gozaba de las libertades y la exclusividad de
entrevistas en cualquier zona de los estadios.
Las garras de la entidad
censuradora (léase La Dimayor) se sintieron, con todo su rigor, el pasado jueves,
cuando su presidente informó, sin recato alguno, ante cámaras y micrófonos, que
se prohibían las transmisiones de los juegos de Amérca y Deportivo Cali. El
irresponsable dirigente, al mejor estilo de Torquemada, actuó como si fuese amo
y señor de las libertadas de informar y recibir información.
El émulo del inquisidor de
la edad moderna, creyéndose gestor de las normas constitucionales, pensó que
era suyo el derecho a informar; sin embargo, aún hay guardián en la heredad, y
un juez le dijo a Perdomo que no era él quien decidía que se informaba y que
no; que el derecho sagrado a dar y recibir información, consagrado en el
Artículo 20 de la Constitución, aún se encuentra vigente en Colombia.
Los seguidores de América
y deportivo Cali pudieron, gracias a las libertades constitucionales tuteladas
por un juez de la república, seguir, como en los viejos tiempos, con el
radioreceptor pegado al oído, las incidencias de los juegos de sus respectivos equipos.
Su majestad, Perdomo, fue
puesto en su lugar, y el fútbol y la libertad siguen, de la mano, paseándose
por las canchas del país.
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